NUESTROS FUNDADORES
Conoce la vida y obra de los fundadores de la Sociedad de las Hijas del
Corazón de María
Fundadores y Comienzos

"La toma de la Bastilla". Cuadro pintado por Jean-Pierre Houël, expuesto en la Biblioteca Nacional de Francia.

Pedro José de Clorivière
Tanto del lado paterno como del materno, los antepasados del Padre de Clorivière, cuya genealogía remonta a los siglos XIV y XV, forman parte de la nobleza y alta burguesía bretona y más precisamente maluina. Sus nombres están relacionados con la historia local en diversas profesiones liberales, y sobre todo en los altos hechos de la marina, gloria de San Maló. En Saint Maló, el 29 de junio de 1735 nació Pedro José de Clorivière, el segundo de ocho hermanos, de una familia relacionada con el mar y los negocios. Pedro José queda huérfano de padre a los seis años y tres años más tarde pierde también a su madre, situación que marca dolorosamente su alma, quebranta su delicada sensibilidad y en un sentimiento de soledad empieza a aferrarse a Dios y a la Virgen María. Clorivière se queda con su familia en San Maló durante algunos años. Después, como tenían parientes en Douai, fue enviado allí a un floreciente colegio de benedictinos ingleses, para terminar su formación literaria. A los 19 años se dedica a estudiar Derecho, lo que continúa hasta su entrada al noviciado de la Compañía. “Dios me esperaba allí en París”, escribe, en una breve autobiografía de sus primeros años y agrega: “Caí en manos de un excelente sacerdote secular y por medio de él, llegó mi conversión, después de un retiro espiritual que me hizo realizar, recién cumplidos mis 20 años”. “A partir de ese momento me convertí verdaderamente en otro hombre”. Después de esto hace otro retiro de 10 días, en el cual confirma su vocación: “tuve la impresión tranquila y fuerte a la vez y la convicción muy clara de que Dios me llamaba al sacerdocio”. Entró en la Compañía de Jesús, el 14 de agosto de 1756 a la edad de 21 años. Hizo sus primeros votos el 17 de agosto de 1758. A consecuencia de la supresión de la Compañía en Francia fue destinado a la provincia Inglesa en 1762. Hizo sus estudios de Teología y fue ordenado sacerdote el 2 de octubre de 1763, en Colonia. Diez años más tarde, el 15 de Agosto de 1773 pronunció sus votos perpetuos, unos días antes de que se suprimiera la Compañía de Jesús. Durante su ministerio sacerdotal fue párroco, capellán de religiosas, rector del Escolasticado. Junto con María Adelaida de Cicé fundó la Sociedad de las Hijas del Corazón de María en 1791. En 1814, por encargo del Padre General de los Jesuitas se dedica a la restauración de la Compañía de Jesús en Francia. Vivió su ministerio sacerdotal con total generosidad y audacia. Es recordado como "sacerdote de lo esencial" y en diversas circunstancias fue llamado el “ Evangelio viviente". El padre de Clorivière murió el 9 de enero de 1820 en oración, delante del Santísimo.

Adelaida de Cicé
En Rennes, Francia, el 5 de noviembre de 1749, nació Adelaida en la familia Champion de Cicé establecida en Bretaña desde el siglo XV. Su padre era consejero del Parlamento de Bretaña, lo mismo que su abuelo y su bisabuelo. Adelaida fue bautizada el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Aubin. Su madre tenía 47 años y su padre 69. Sólo un año después de su nacimiento muere su padre, dejando toda la carga familiar en la señora de Cicé. Adelaida creció en una atmósfera bastante austera y con poco contacto con sus hermanos mayores, pues casi todos ya estaban fuera de casa. A los 10 años, hizo su primera comunión en la Visitación de Rennes. Acto que marcó profundamente su vida espiritual. Ese día hace el propósito de "no contestar bruscamente y hablar con dulzura". Desde su infancia era de temperamento delicado y generoso. Sus actitudes de ternura la llevaban con especial preocupación hacia los niños pobres a quienes les distribuía las limosnas que pedía para ellos entre sus familiares. Con frecuencia decía "Amemos a Jesucristo y a los pobres". Desde su más tierna edad ya Adelaida orienta su vida hacia Dios. El día de su primera comunión hace el propósito de no contestar bruscamente y hablar con dulzura. Expresa con sencillez cómo siente su llamado a la vida religiosa en lo cotidiano. Su vocación religiosa es confirmada después de un retiro en Rennes. Durante este retiro en agosto de 1776 escribe: «He tomado la resolución de restringir todos los gastos inútiles para mí y limitarme en esto a lo realmente necesario en mi posición. Miraré lo que poseo como si perteneciera a los pobres mucho más que a mí» . Adelaida queriendo entregarse enteramente al Señor empieza por buscar las instituciones religiosas existentes y consigue que su madre pueda alojarse en las dependencias del convento. Ella inicia su formación religiosa en la Visitación de Rennes. Unos meses después de su entrada en el postulantado, su hermano Juan Bautista, obispo de Auxerre, la obligó a salir del convento y a volver al castillo de Cicé para ocuparse de su madre, como verdaderamente convenía hacerlo en ese entonces. Adelaida obedece dócilmente a su hermano pero no renuncia al deseo profundo de su corazón. A los 27 años toma la determinación de obedecer a su madre como a su superiora. Su frágil salud la obliga a dirigirse a Dinán, lugar donde se encuentra con el Padre de Clorivière, con quien comparte su primer proyecto de vida religiosa. Adelaida aspira a constituir una comunidad de mujeres consagradas a Dios y al servicio de los más necesitados. Es una nueva forma de vida religiosa para ser vivida en medio del mundo, en forma silenciosa y desapercibida, sin hábito ni clausura, teniendo como modelo las primeras comunidades cristianas, impregnando los diferentes ambientes con los valores del evangelio. Tanto Adelaida, en su intuición largamente madurada, como el P. Clorivière en su inspiración súbita, llegan a una misma concepción de vida religiosa en medio del mundo. Al igual que el padre de Clorivière, Adelaida celebra su encuentro definitivo con el Padre, frente al Santísimo, en la mañana del 26 de abril de 1818.
HISTORIA
La Sociedad "Hijas del Corazón de María" fue fundada por Pedro José de Clorivière, S.J. y María Adelaida de Cicé, en París, Francia en 1791. En 1785 el padre de Clorivière se encontraba como rector del Colegio eclesiástico en Dinán. Es allí, en Dinán donde, por designios de Dios, se dio el encuentro entre este Santo y audaz sacerdote y la Señorita María Adelaida de Cicé, una mujer bretona, destinada por el Señor para grandes obras. Cerca de Dinán había un famoso balneario de aguas termales, el cual frecuentaba Adelaida por recomendación de su médico. Ella se hospedaba en el monasterio de las Ursulinas y pronto buscó la confesión con el Padre de Clorivière, capellán de dicho monasterio. El sacerdote pronto reconoció en Adelaida un alma entregada al Señor, humilde generosa, servidora de los pobres y dispuesta a cualquier noble empresa por el Reino de Dios. Desde allí comenzó un largo camino de acompañamiento por parte del padre de Clorivière a esta joven piadosa que deseaba ardientemente encontrar la voluntad de Dios para su vida. En el transcurso de este acompañamiento, Adelaida le confía al Padre de Clorivière su sueño de una vida religiosa diferente a la existente en ese momento. Ella quería unir la vida contemplativa y la vida apostólica, al servicio de los más pobres, algo impensable en su época. Se trataba de una vida religiosa sin hábito ni clausura, en consagración total al Señor por los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia y al mismo tiempo, permanecer en medio del mundo para servir a los pobres, con todo tipo de obras apostólicas. El padre de Clorivière la escuchaba y la orientaba en su vida espiritual, animándola a esperar pacientemente la hora de Dios. Con la guía del Padre de Clorivière, Adelaida hace ensayos de vida religiosa en diferentes conventos y sociedades de vida apostólica pero no encuentra lo que busca. El padre de Clorivière, abierto a los signos de los tiempos y en actitud permanente de discernimiento, la acompaña y la apoya en su formación religiosa, mientras siguen la búsqueda de los designios del Señor. En 1789 estalla la revolución francesa y el 13 de febrero de 1790 la asamblea decretó la supresión de los votos religiosos, todas las personas que vivían en los conventos debían salir de ellos. Todas las comunidades fueron expulsadas de Francia, incluyendo la Compañía de Jesús. El padre de Clorivière a pesar de todas las amenazas y peligros seguía predicando el evangelio y defendiendo la iglesia. Entre tanto, Adelaida continuaba su búsqueda y su entrega apostólica al servicio de los pobres, a quienes amaba incondicionalmente. En plena tormenta revolucionaria, el 19 de julio de 1790, fiesta de san Vicente de Paul, el Padre de Clorivière tuvo “una fuerte inspiración y oyó una clara voz interior que le decía: ¿y por qué no en Francia? ¿Y por qué no en todo el universo? y como en un golpe de vista se le presentó un esbozo o plan de vida religiosa que debía ser útil a la iglesia y hacer mucho bien a la sociedad” (cfr. Ganuza, Juan M., S.J. Vida del siervo de Dios, Pedro José de Cloriviere). Su primera inspiración, para atender a las necesidades apremiantes de la iglesia, fue la de una comunidad masculina: Los sacerdotes del Corazón de Jesús. Se trataría de “Una sociedad de hombres que no respirarían sino la gloria de Dios y la salvación del prójimo…Los religiosos de esta sociedad no tendrían bienes en común; y reunidos en Jesucristo, lo más estrechamente posible, no tendrían ninguna señal externa de su asociación, ni hábito, uniforme, ni casas, ni iglesias propias ni otras cosas parecidas. Y vivirían separadamente como lo hacían los primeros Cristianos”. Una vez terminado este proyecto, se le presentó con mucha fuerza al espíritu, que lo mismo que había hecho para los hombres, debía hacerlo para las mujeres y después de pedir la luz del Espíritu Santo, se le presentaron a la memoria dos textos fundamentales del evangelio que están encabezando el plan de las Hijas del Corazón de María y creyó que en ellos estaba la orden del Señor y el espíritu de lo que tenía que proponer: “Padre: No te pido que los saques del mundo sino que los preserves del mal” (Jn17,15); “Ya no os llamo siervos sino amigos” (Jn 15,15). En esos dos textos están bien señaladas las características de la Sociedad Hijas de Corazón de María: Consagración total al Señor, fundamentada en una profunda experiencia interior y vivida en pleno mundo, sin hábito ni clausura. Este novedoso proyecto de vida religiosa coincide con el que Adelaida había soñado desde hacía varios años, por eso, el Padre de Clorivière pronto compartió con Adelaida su inspiración para iniciar juntos esta obra que el Señor colocaba en sus corazones y en sus manos. El padre de Clorivière envió a Monseñor de Pressigny sus dos manuscritos con el doble plan de los institutos, quien después de estudiarlos detenidamente, reconoció en ellos el espíritu de Dios y los aprobó ampliamente de manera verbal y por escrito, el 18 de septiembre de 1790. También dio permiso al padre para que asociara a los dos institutos las personas que él juzgara aptas. Pronto dos Jesuitas y once (11) sacerdotes bretones se unieron para formar el primer núcleo de la Sociedad del Sagrado Corazón. De igual manera, algunas mujeres piadosas y generosas se agruparon en torno a María Adelaida, quien estaba gozosa de emprender esta forma de vida que siempre había soñado (cfr. Ganuza, Juan M., S.J. Vida del siervo de Dios, Pedro José de Clorivière). El 2 de febrero de 1791 en la fiesta de la purificación de la Virgen María, después de tres días de silencio y oración, los dos institutos comenzaron oficialmente por medio de una consagración y una especie de acta fundacional que todos firmaron. La Sociedad del Corazón de Jesús contaba con nueve miembros y cinco de ellos realizaron su ceremonia de consagración en el santuario de Montmartre, en la capilla de San Ignacio de Loyola. El Padre de Clorivière celebró una especial Eucaristía; después de ella, cada uno hizo su ofrenda al Señor y el Fundador, en nombre de todos, pronunció la fórmula de asociación que fue firmada por todos ellos. Por su parte, en la Sociedad de las Hijas del Corazón de María, cada uno de sus 11 miembros con los que contaba el Instituto, hicieron su consagración al Señor. El Padre de Clorivière firmó por Adelaida de Cicé, pues ella era, como lo declara el fundador, la primera piedra de esta fundación. Las dos sociedades eligieron como superior al Padre de Clorivière.
APROBACIÓN
El 19 de enero de 1801, la Sociedad de las Hijas del Corazón de María recibió aprobación verbal por parte del Papa Pío VII (Const. P.104. Aprobaciones de la Iglesia).
El 24 de abril de 1857, el Papa Pío IX aprobó y confirmó definitivamente, por decreto, la Sociedad de las Hijas del Corazón de María.
El 18 de junio de 1890, el Papa León XIII, aprobó definitivamente las Constituciones de la Sociedad de las Hijas del Corazón de María.